Luis Miguel González Márquez, de El Economista, en cuanto
se conoció que Xanic Von Bertrab había ganado el Pulitzer por su trabajo
periodístico-investigativo sobre los sobornos de Wal Mart en sus políticas de
expansión, y publicados en The New York Times en 2011, además de resaltar por
qué Xanic llegó a donde está, pone el dedo en la llaga sobre el periodismo en
México: “La celebración del triunfo de Xanic Von Bertrab en The New York Times
tiene un lado oscuro: lamento que una periodista con su talento no haya
encontrado las condiciones para florecer en México” (http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2013/04/15/xanic-von-bertrab-maratonista-buen-periodismo).
Xanic se cuece aparte y es una bella flor con un amplio
jardín en el páramo periodístico mexicano que aviva la esperanza sobre el ser y
quehacer periodístico, sobre todo cuando se observa lo que sucede y padece en
ello.
El periodismo atraviesa por diversas crisis que confluyen
en estos momentos: el modelo económico y de producción periodística liberal
construido a finales del siglo XIX se resquebraja; la migración de lo análogo a
lo digital en los procesos de producción, distribución y disposición noticiosa;
la construcción, a partir de la tecnología
que ahora es lo “normal” y “cotidiano”, de nuevas formas y códigos de lenguaje
y comunicación modifican el producto noticioso que “vende”; el canibalismo
periodístico por la supervivencia; el cúmulo de información disponible sin
fronteras e impensable que supera tanto al propio productor-generador de
noticias como al consumidor de ellas.
Y en el centro de ello, el sujeto del periodismo,
víctima, pero también en partes victimario de su propia profesión: el
periodista, la periodista, sujeto a recortes por la rentabilidad y
supervivencia de la empresa, en condiciones laborales que lo exprimen y
deshumanizan; en el caso de México, destaca por su escasa consciencia de
solidaridad gremial, sometido a criterios de sospecha y desconfianza mutua
donde el poder (público y económico) aparece rondando; periodistas preocupados
por las condiciones de libertad de expresión amenazadas e incluso en algunos
lugares coartadas; desconocedor incluso de cuántos son, dónde están, qué hace,
sin información más o menos precisa situaciones laborales.
En medio de ello, habría que plantearse cuál es la
esperanza en el periodismo y qué hacer para que esta sea realidad.
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