La Presidencia de la República quiere despertar de su
peor pesadilla. Pero no sabe cómo. Aún sigue extraviada, perdida. O mejor
dicho, a dos años de gobierno su agenda se agotó y comienza a caminar por la
realidad de México y los mexicanos, y al no tener qué ofrecer, da palos de
ciego.
El pasado cuatro de diciembre de 2014, lo que dijo el
presidente Enrique Peña Nieto es comprensible: no podemos estar anclados en un
momento de dolor; sin embargo, el mensaje percibido fue otro: el llamado a
superar “esta etapa de dolor” fue a darle vuelta a la página y poner en el
olvido lo que sucede.
“El Gobierno de la República, junto con el gobierno del
Estado, estamos en estrecha coordinación para que realmente superemos esta
etapa de dolor, demos un paso hacia adelante y estemos dispuestos a construir
un mejor entorno...”; dijo Peña Nieto en la inauguración del Puente Coyuca deBenítez, Guerrero.
Tal parece que desde la Presidencia no están leyendo
correctamente lo que sucede, y con ella, el Congreso de la Unión, los partidos,
la SCJN, así como los profesionales de la política, los grupos mediáticos y
económicos.
El asunto no es Ayotzinapa, a los que no hay que olvidar
ni menos superar. No. El punto está en el hastío, es decir, la repugnancia
sobre quienes han dirigido y conducido al país, a los estados, a los
ayuntamientos, a la procuración y administración de justicia, a la información
y el entretenimiento, a la defensa de los derechos humanos.
Ayotzinapa fue detonante, que a través de empatía y
solidaridad ha unido a México como nunca antes, y frente a él han quedado las
instituciones, que tal parece no ven, no oyen.
Entre fin de semana se vio en 30 horas cómo actúan y
reaccionan grupos de poder. Atravesada por esta crisis está Televisa, y con su
Teletón (independientemente de la causa), sintetizó y adelantó su actuar: de la
ironía con sus comediantes (dejando a un lado el drama de la discapacidad),
buscó distinguir causas, pero cuando las cosas no salían como en su guión, se
movieron entre el enojo, el reclamo y la victimización. Vaya forma de superar
la meta.
¿Que sigue en nuestras instituciones que ya se han
enojado, no indignado? ¿Reclamo y victimización para “superar”, mejor dicho,
evadir la realidad que se impone?
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