Mezcala: el antídoto de 10 hectáreas


El Tribunal Agrario Distrito 15 publicó  el pasado 18 de septiembre la resolución con la que le reconoce la razón a la comunidad coca de Mezcala sobre la posesión de diez hectáreas de sus tierras comunales, invalidando la cesión de tierras que Nicolás Indalecio hizo en 1999 a Crescenciano Santana Sánchez, y éste a su vez vendería en 2001 al empresario tapatío Guillermo Moreno Ibarra (Expediente 475/2013 51). Un asunto, dirán algunos, menor sobre diez hectáreas en una superficie comunal de 3,600; pero de suma trascendencia para la comunidad de Mezcala, Jalisco, pues con ello se pone un dique clave frente a quienes desean apropiarse de lo que les pertenece mediante la fragmentación, la división, desconociendo y anulando el peso de la identidad y la historia.


Vicente Paredes Peales y Rocío Moreno, comuneros de Mezcala, nos recuerdan en “Mezcala: la isla indómita” (Desacatos, No. 34, Sep-Dic 2010, pág. 171. Ver texto íntegro en: http://goo.gl/HI1Ed0) un elemento clave histórico-jurídico: “La comunidad indígena coca de Mezcala, Jalisco, cuenta con 3 mil 600 hectáreas de territorio comunal y la posesión de la isla de Mezcala, según el Título Primordial de 1534 por la Corona Española, que después ratifica el Estado mexicano con la Retribución de Bienes Comunales en el año de 1971, donde además reconoce a 406 comuneros como los encargados del territorio comunal. Por esta razón, los comuneros de la comunidad indígena coca de Mezcala no son un ‘grupito’, sino un gobierno tradicional, por las facultades y la personalidad jurídica que le han reconocido el Estado mexicano”.

Con base en ello han triunfado ante tribunales; sin embargo, enfrentan una “enfermedad” que Salvador de la Rosa, comunero de Mezcala, refiere en “Mezcala: la isla indómita”. Este “mal” puede llamarse la “ceguera” que no permite ver lo que es Mezcala y su pueblo con su historia e identidad; una enfermedad traída de fuera por el “hombre” que no los reconoce, que “ve” sólo oportunidades de negocio con lo que no es suyo, y que es “contagiosa” incluso para los comuneros.

Sin embargo, cuentan con un antídoto dentro de Mezcala y su comunidad, que no sólo salvará de la ceguera a los comuneros, sino a todo aquel que la “vea”: el reconocimiento-respeto a su identidad e historia, que ahora desde diez hectáreas se pueden “ver” con mayor claridad.


Felicidades, Mezcala.

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