México está en vilo. El límite lo muestra una mayoría de
jóvenes que atiborra calles con indignación que llega a la rabia, y toca a la
puerta; los de adentro están ante su peor pesadilla, en una noche que se prolonga
con rasgos de indolencia, de cálculo político y económico a corto plazo. No es
sólo Iguala, no es Ayotzinapa, no es Tlatlaya, no son sólo desaparecidos en el
marco de una guerra sin control contra el narco, no es sólo Michoacán, Oaxaca,
Tamaulipas, Jalisco, Chiapas, narcotráfico-policías, corrupción, dictaduras
mediáticas perfectas, INE, CNDH, IFAI, IFT y una larga lista de etcéteras: es
el Estado con su sistema y quienes aún lo sostienen sin el crédito y la
confianza indispensable.
Emblemático y provocador, pues sin querer mostró el ánimo
y actitud del Estado, fue el cierre de la conferencia del procurador Jesús
Murillo Karam el pasado viernes 7 de noviembre ante la última pregunta de la
prensa: "Ya me cansé".
Un solo tema resultó ser el hilo de una madeja que cada
día destapa cloacas del sistema, del Estado, de sus actores y artífices; redes
de complicidad y autoprotección.
Resurge otra vez, con mayor fuerza, como en 1994 el
#YaBasta que cimbró el sistema desde abajo, desde la periferia, aunque a la
postre el sistema, el Estado se autoprotegió postergando soluciones de fondo,
armando nuevas complicidades.
El Estado y sus actores responsables no dan respuesta. Se
entretienen con la coyuntura, con visión miope; oyen pero no escuchan; se
aferran al uso de la dictadura mediática perfecta, siempre cómplice; atienden
la calentura del paciente y no su infección (estultos si con pactos o
comisiones de seguridad se resuelve lo que vivimos); se cubren la boca ante la
podredumbre que surge de sus entrañas para mostrarse sonrientes ante las
cámaras.
2015 es tiempo propicio para un quiebre (kariós en el
cronos mexicano): ¿habrá votantes para refrendar este sistema en las elecciones
de nueve gubernaturas, 16 congresos locales, la asamblea del Distrito, 933
ayuntamientos y 16 jefaturas delegacionales del Distrito Federal, y la Cámara
de Diputados Federal? ¿Quiénes tendrán
la decencia mínima de salir a la calle a pedir el voto?
Entre el fatalismo y la esperanza apuesto por la segunda;
la esperanza está en la periferia, en la calle, no con ellos.
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