Francisco se fue, ¿y ahora?

La fiesta pasó, Francisco Papa regresó a su sede, Roma, a Santa Martha, al Vaticano.  ¿Y ahora?, ¿qué sigue?, ¿qué impactos tendrá su visita en la Iglesia católica mexicana? Tras la primera visita de Juan Pablo II a México en 1979, con el operador Jerónimo Prigione que para entonces tenía un año en México, la encomienda fue clara: el reconocimiento jurídico de la Iglesia en México; ¿y ahora?

La visita de Francisco exigía abordar dos elementos simbólicos-diabólicos que ameritaban un “exorcismo” llamándolos por su nombre para lograr su “expulsión”: los nombres de quienes han desaparecido a personas en México, en particular a los 43 jóvenes normalistas, y la pederastia en México, con Marcial Maciel. “¿Cuál es tu nombre?”, preguntó Jesús al hombre poseído que habitaba en los sepulcros. “El respondió: ‘Mi nombre es Legión, porque somos muchos’” (ver Evangelio de Marcos  5, 1-20).
Francisco no lo hizo, pero abordó con insistencia el tema de la violencia, el narcotráfico, la corrupción, en particular dirigiéndose a los jóvenes, estando en tierra mexicana. Y al salir, en vuelo de regreso, ante preguntas expresas, sí fue explícito.
En México, Francisco cuidó y se dejó cuidar en las formas como Jefe de Estado Vaticano. La hipersensibilidad que el Gobierno Mexicano marcó desde 2015 frente a los dichos por Francisco, “mexicanización” y “un pedacito de guerra” en la víspera de su llegada, incidieron.
Aun así, el foco de atención ahora se centrará en el Episcopado Mexicano, interpelado por Francisco, a quien le llamó no “dormirse en sus laureles”. ¿Qué hará ahora?
Si los obispos desean una guía para su “plan de trabajo”, que definirán en su asamblea general de abril próximo, pueden retomar lo marcado a la Compañía de Jesús en México: al trabajar por la “dignidad de Jesús”, que Jesús “no termine negociado en la cruz para que vivan mejor los que lo crucifican”.

Si Francisco, ayer durante el Ángelus en el Vaticano, confesó que su visita a México lo “transfiguró” y “aclaró el camino”, el Episcopado tendría, para ello, que “dejarse mirar” por  “Aquella (Guadalupe) que lleva impresos en sus ojos las miradas de todos sus hijos, y recoge los  dolores por las violencias, los secuestros, los asesinatos, los abusos en perjuicio de tanta gente pobre, de tantas mujeres”.
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